La iluminación pública en el centro de la crisis energética
Presente en cada rincón de nuestro día a día, la iluminación urbana garantiza nuestra seguridad y confort tanto de día como de noche. Carreteras, aparcamientos, parques y jardines, centros urbanos... la luz acompaña todos nuestros desplazamientos, ya sea en ciudad o en zonas rurales. Sin embargo, hay una sombra en este panorama: el alumbrado público consume mucha energía.
El consumo invisible de nuestras calles iluminadas
Con el aumento del precio de la energía, la iluminación pública representa, de media, el 41 % del consumo eléctrico de los municipios y el 37 % de su factura de electricidad. En algunas zonas, especialmente en entornos rurales, puede superar incluso el 50 % del gasto total en electricidad. Una situación preocupante para pueblos y ciudades en plena transición hacia la sobriedad energética.
Este aumento de costes también se debe al alto consumo energético derivado de instalaciones obsoletas. En Francia, cerca del 75 % del parque de alumbrado público tiene más de 25 años, lo que conlleva un consumo excesivo, costes de mantenimiento elevados y un impacto ambiental significativo, especialmente en la biodiversidad.
Durante el invierno de 2022, ante el alza del precio de la electricidad, muchas autoridades locales optaron por apagar parcialmente las luces durante la noche para reducir sus facturas. Aunque eficaz a corto plazo, esta medida plantea interrogantes sobre la seguridad y la atractividad de los territorios. Por suerte, existen otras alternativas e innovaciones que permiten conjugar ahorro energético y calidad del servicio, que podrían integrarse en las políticas de iluminación pública.
Renovar el alumbrado: una respuesta eficaz a los desafíos energéticos
Según la Federación Nacional de Autoridades Concedentes y Regidas (FNCCR), la renovación y modernización del alumbrado público podría generar un ahorro del 75 % al 80 % en energía, mantenimiento y operación, especialmente si se combina con sistemas inteligentes de gestión energética y la sustitución de luminarias antiguas.
Renovar se convierte así en la consigna clave para reducir los costes del alumbrado público y avanzar hacia una transición ecológica sostenible. Mientras algunos municipios optan por la tecnología LED, otros van más allá eligiendo iluminación solar autónoma, que no consume electricidad. Además de responder a los retos medioambientales y de preservación de la biodiversidad gracias a su fuente de energía (el sol), este tipo de iluminación mejora la seguridad de los espacios públicos.
Por eso, el número de proyectos de alumbrado solar crece constantemente, ya que las autoridades locales han comprendido que apostar por las energías renovables es la clave para garantizar instalaciones duraderas.